Por las sonrosadas mejillas de la niña rodaron lágrimas saladas. Miraba a su padre con la ternura de una criatura que no entiende, apenada y sin consuelo. Tenía que quedarse a dormir una casa conocida pero extraña por no ser la suya. - Pero ¿Porque te vas, papa? - Cariño, papa tiene que ir a COMPETIR.